Carta de amor
Querida madre:
No sabes cuánta falta me haces en estos momentos. Yo sé que
soy una adulta, que tengo hijos y responsabilidades… ya ves, terminé siendo más
parecida a ti de lo que suponía. A veces ¡te extraño tanto! Es difícil volver
al mundo cuando necesitas un abrazo y una palabra amiga. Aún recuerdo cuando
era niña y eras la mujer más hermosa del mundo, la más inteligente y fuerte.
Pocos años después crecí, me convertí en una jovencita
testaruda que quería vivir su vida como mejor le parecía, no quería escuchar
tus consejos, porque pensaba que eras vieja y que no sabías nada. Ojalá pudiera
tenerte a mi lado ahora, ojalá pudiera escucharte ahora y poder pedirte perdón
por cada vez que lancé la puerta, por cada vez que pensé que no me entendías.
Hasta ahora, cuando han pasado tantos años, es que entiendo la verdadera
naturaleza de tu sabiduría. No eras mi peor enemiga, eras mi mejor amiga y en
ese momento, en todos los momentos, sólo querías lo mejor para mí.
Es un poco triste y paradójico que ahora que yo también soy
madre puedo entender qué era lo que sentías, todo lo que callabas, la fuerza
que se escondía detrás de cada regaño severo. Yo también me he privado de
ciertas cosas para que mis hijos tengan la mejor vida que puedan, siempre en
silencio; los sacrificios de una madre en nombre del amor a sus pequeños son
incontables, pero siempre valen la pena. Su felicidad, esas sonrisas en sus
pequeñas caritas son suficientes para recopilar las fuerzas y continuar. Ahora
te entiendo, madre; me he descubierto repitiendo tus mismas palabras para
aleccionar a mis niños, hay lecciones que se aprenden a través de la disciplina
y son necesarias para criar personas honestas y capaces.
Ahora se que los años que vienen serán difíciles, porque no
hay un trabajo que esté cargado de tanta responsabilidad, que requiera tanto
amor, paciencia, constancia y fortaleza que el de ser madre. Tú, yo, todas las
mujeres del mundo somos las responsables de formar el futuro del mundo; y es u
na carga que aceptamos gustosas, pues no hay mayor amor que el que sentimos por
nuestros hijos, desde que los sentimos moverse en nuestro interior, pues desde
ese momento sabemos que tenemos un lazo con esa personita que durará más allá
de nuestras vidas.
Mi hermosa madre, daría gustosa unos cuantos años de mi vida
para poder tenerte a mi lado unos minutos por lo menos, para escucharte decir
con tu voz calma y serena que todo va a estar bien; daría lo que no tengo para
poder verte a los ojos una vez más y decirte GRACIAS, porque no sólo eres la persona
que me dio la vida, sino que también eres la persona que me convirtió en lo que
soy hoy en día.
Te amaré siempre.
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